Tumba de guerrero, El Raso
El Arenal, El Raso, Candeleda
II Edad del Hierro. Final del siglo V a mediados del IV a.C.
Cerámica, hierro y bronce
[ER/ T 63]. Sala V
II Edad del Hierro. Final del siglo V a mediados del IV a.C.
Cerámica, hierro y bronce
[ER/ T 63]. Sala V
De las 123 tumbas excavadas por Fernando Fernández en su sondeo de distintos sectores de la necrópolis de El Raso, desde 1980, se ha seleccionado la nº 63, una de las que resume mejor la cultura funeraria de los vettones, compartida con los demás pueblos célticos de la Meseta.
Siguiendo el ritual, las cenizas del difunto se sepultaban en una urna de cerámica, acompañadas por los instrumentos que podía necesitar en la vida de ultratumba, o que se amortizaban con él como propietario exclusivo. No todas las tumbas tienen ajuar: muchas no aportan ningún elemento más allá del cuerpo quemado; algunas han perdido algo, o nunca lo tuvieron completo; en otras, es más pobre, y aún otras contienen elementos exóticos. Todo esto trasluce una fuerte jerarquización social, y aporta datos para establecer su evolución social como grupo humano.
Vale la pena repasar cómo fue enterrado este indudable guerrero de la tumba 63. En un hoyo, directo en la tierra, se depositó la urna con las cenizas y huesos calcinados rodeada de otras urnas, vasos de ofrendas decorados a peine y cuencos votivos o catinos; entre ellos, unas pinzas y un cuchillo afalcatado de hierro, utilizados acaso para acicalar el cadáver antes de su incineración. Con una laja de granito se taparon las urnas, y con otras menores encima, el boquete del hoyo. Dos pasos más allá, se colocaron sus armas, casi sin profundidad y sin protección: la espada de antenas atrofiadas con rico damasquinado de hilos de plata en la empuñadura, dentro de su vaina, quizá de cuero –perdido- que conserva las cañas laterales y las placas de la guarda también decoradas; a su lado, la lanza toda de hierro o soliferreum doblada como un ocho -¿para inutilizarla?, ¿para componer el conjunto?-; sobre ambos, el escudo circular del que sólo queda el umbo central y algún radio de hierro.
Es un bagaje mortuorio que refleja –como todos- la vida del protagonista.
Mariné, M. ª, “Tumba de guerrero, El Raso”, Cien piezas del Museo de Ávila, Junta de Castilla y León, 2011, pág. 29