Espada de concha

Colección del Marqués de Benavites.
Edad Moderna. Siglo XVIII
Acero / 97 cm
[B/68/5/30]. Sala VIII, vitrina 14.

Aunque las espadas como armas ofensivas son conocidas desde la Prehistoria, sus características formales y técnicas no han dejado de evolucionar con el tiempo.

Una de las mejoras más ostensible que se produjo a lo largo del siglo XVI fue la evolución de los guardamanos, derivada de las nuevas técnicas de combate y duelo y de la utilización combinada de las armas blancas con las incipientes de fuego. La tendencia progresiva fue a proteger lo más posible la empuñadura, para que la mano quedara bien protegida de los golpes del adversario. Para ello los gavilanes se alargaron y retorcieron, formando un armazón protector: son las espadas llamadas de lazo.

El paso siguiente, que se produjo ya en el siglo XVII, fue la conversión de ese espacio protector en un cuerpo sólido, bien con una cazoleta bien con dos veneras que arrancaban del recazo de la hoja.

La espada de este segundo grupo, llamada de concha, tuvo un gran desarrollo en la primera mitad del siglo XVII, aunque perduró hasta bien entrada la centuria siguiente. Por ejemplo, en el ejército español se reglamentó el uso de este tipo para la espada de caballería pesada en el siglo XVIII, aunque a diferencia de las espadas roperas del siglo anterior su hoja fue de dos filos y mayor anchura, como la aquí comentada.

La divisa que porta la hoja, No me saques sin rason /no me embaines sin honor, junto con unos motivos geométricos y vegetales estilizados, contribuyeron a la personalización y engalanamiento del arma. Este lema fue uno de los más utilizados por los armeros de la Fábrica de Toledo, creada por Carlos III en 1761.

Jiménez Gadea, J., “Espada de concha”, Cien piezas del Museo de Ávila, Junta de Castilla y León, 2011, pág. 91