Descendimiento de alabastro

Hospital de Dios Padre, Ávila
Renacimiento. Siglo XVI
Alabastro / 59 x44 x 8
[98/23/2]. Sala VIII

Altorrelieve del Descendimiento de Cristo muerto, en alabastro, atribuido al pujante círculo de escultores que, con la influencia de la nueva estética establecida por Vasco de la Zarza, dan paso a las formas renacentistas en Ávila, con el apogeo de renovación y construcción de todo tipo de obras emprendidas por civiles y eclesiásticos, en la primera mitad del siglo XVI. Está enmarcado como un casetón de retablo renacentista, en madera dorada con columnillas laterales de balaustres vegetales y coronación adintelada de cornisas metopadas.

Fue depositado por la Diputación Provincial en 1998, procedente del antiguo Hospital Provincial, a donde había llegado, con los siglos, desde el antiguo Hospital de Dios Padre. Esta institución fue unificada por el Consejo Real con los otros hospitales existentes en Ávila, para dar lugar a un solo centro benéfico, antecedente del provincial. Así, en el Inventario de la reunión de los cinco Hospitales de esta Ciudad que levanta Juan Meléndez Valdés en 1793 figura entre los bienes del de Dios Padre [además de un Ecce Homo, también conservado en este museo] una Efigie del descendimiento en Alabastro con su peana de talla dorada.

La pieza puede responder aún a la tradición Bajomedieval, importada con éxito desde Inglaterra, de plasmar escenas de las vidas de Cristo y de la Virgen en placas de alabastro policromadas. En este caso, es el momento final del descendimiento del cuerpo muerto de Jesús: la cruz vacía, flanqueada aún por los cadáveres de los dos ladrones que acompañaron la crucifixión; Jesús ya en el regazo de la Virgen como Piedad, desconsolada por el sacrificio de su Hijo; a los lados, San Juan le mantiene la cabeza, y María Magdalena la mano izquierda. Es una composición que recuerda las representaciones del tema en tablas flamencas del siglo XV, pero con detalles humanistas en la talla de las figuras.

Esta secuencia, también conocida iconográficamente como “llanto por Cristo muerto”, corresponde a la penúltima estación del Via Crucis, que precisamente en el siglo XVI se consolida como una manera de repetir los sucesos de la Pasión, reproduciendo con oraciones y sacrificios los actos que jalonaron el camino de Jesús hasta el Calvario.